FRANCIS BACON
(Dublín ‐ Irlanda, 1909 ‐ 1992)
Trabajó en Londres y es probablemente el exponente más famoso e imitado de la pintura figurativa contemporánea.
La figura humana aislada en el espacio existencial es el motivo típico de Bacon, que sabe conjugar la angustia con la belleza absoluta de la pintura. La condición humana contemplada en su desnudez esencial, la imagen de la figura o de su paisaje como correlato de una experiencia interior son los temas predilectos de este autor. El artista sitúa siempre en un primer plano de su pintura la figura humana, a menudo emblemáticamente encerrada en una habitación: la cara contraída, casi desfigurada, no a la manera cubista, sino forjando una especie de expresionismo personal, la figura aparece sentada, como en la retratística más clásica, pero el fondo, casi monocromo, acentúa el evidente aislamiento en que se encuentra, la soledad del alma, su incomunicación.
También cuando se trata de un tríptico, composición favorita del artista, la figura no hace sino contemplarse en un espejo. Sin embargo, sería reduccionista pensar en Bacon solo desde el punto de vista del contenido, porque junto al “grito” existencial se advierte en él un amor a la pintura, a la capacidad de ésta para expresar y construir con elegancia. No es casualidad que uno de sus ciclos de trabajo más famoso sea una serie de “d’après”, es decir, interpretaciones de otros pintores, del retrato del papa Inocencio X pintado por Velázquez.
Su obra está presente en todo el mundo, tanto en museos como en colecciones privadas. Sus exposiciones son multitudinarias, como por ejemplo la retrospectiva que le dedicó el Museo del Prado en Madrid en 2009, después de verse en la Tate Britain de Londres en 2008.